Ir al contenido principal

Destacados

 Era como el primer rayo de sol en el día. El olor a lluvia en una tormenta de verano, ese olor puro que se te mete en lo más profundo de tu ser cuando respiras con fuerza. La primera estrella que divisas en el cielo al caer la noche en un cielo despejado. El perfume de las hojas del libro nuevo que acabas de comprar, y la emoción de que, aunque no has leído una palabra, sabes que te va a encantar. Era su forma de intercambiar mis lágrimas atoradas en la garganta por sonrisas cuando me abrazaba. Su forma de mirarme y amarme imperfecta. Y era él y los defectos que formaban su sonrisa, lo que yo amaba por entero.

SUEÑOS REALES

   Llevaba horas mirando por la ventana, observando la carrera que tenían las gotas de lluvia, mientras, a lo lejos, los primeros rayos del sol luchaban por hacerse ver entre las nubes.

  Hacia horas que estaba despierta, sin poder dormir, mientras tú, ajeno a todo, dormías absolutamente tranquilo; pero no te envidiaba, no. O veía llover por la ventana, o te miraba a ti dormir con el rostro perfectamente relajado y tu pelo negro ligeramente alborotado. Siempre me ha encantado ver llover, y bien lo sabías, pero mirarte a ti, aprenderme de memoria cada imperfección de tu rostro perfectamente perfilado, era como un regalo de los dioses. Me moría de ganas de despertarte a besos, pero era incapaz de moverme, y no tenía ni idea del tiempo que había pasado desde que ni siquiera podía apartar la vista de ti.

  Sentía que estaba en una nube, como en un sueño del que tarde o temprano me despertaría y estaría sola en mi enorme cama de dos por dos; y era consciente de que con un pellizco bastaría para saber si era un sueño o era real, pero tenía tanto miedo de que no estuvieras realmente ahí, que quería alargar aquel momento tanto como pudiera, fuera un loco sueño, fruto de mi descabellada imaginación, o el instante más real de toda mi vida. Ambas opciones me servían para querer que no acabara nunca y que durara para siempre.

  Me tumbé de nuevo en la cama, y suspiré en profundidad, sin dejar de observar en ningún momento ese rostro que tanto amaba. Tenías una mano apoyada en la almohada, y con cuidado de no despertarte, entrelacé mis dedos con los tuyos, la acerqué a mis labios y la besé con suavidad, cerrando los ojos y acariciándola con la nariz, respirando con fuerza el olor de tu aroma, dejando que se apoderara de cada parte de mí ser. Quería seguir disfrutando de ese momento tan absolutamente perfecto, pero en un instante de absoluta tranquilidad, cerré los ojos durante más de dos segundos, y el sueño se adueñó de mí por completo.

  Quién sabe si un par de minutos después, o si pasaron horas hasta que noté como tus labios se posaban con suavidad sobre los míos, pero en lugar de detenerse ahí, los besos siguieron hasta mi oreja, para luego bajar por el cuello de forma deliciosamente lenta.

  Tus ojos amarronados, tu intensa mirada y tu gran sonrisa fueron lo primero que vi cuando abrí los ojos, y lo único que pude hacer fue devolverte la sonrisa.

-Buenos días –susurraste con suavidad.

-Buenos días.

-¿Te gusta mi mano? –preguntaste divertido.

  Yo te miré confundida, y tú moviste con suavidad la mano que aún rodeaba con las mías y enterraba entre la almohada y mi rostro.

-No quería que te escaparas –contesté con cierta timidez, encogiéndome de hombros.

-¿Y a donde iba a ir?

-¿Sabes eso de que sueñas algo tantas veces que cuando llega la hora en que es real, no sabes si vives o sigues soñando?

  Asentiste con lentitud, sin apartar tu mirada de la mía en ningún momento.

-Pues he soñado con este momento tantas veces, te he soñado tanto, que no estaba segura de si eras real o seguía soñando.

  Me miraste con dulzura, sin borrar la sonrisa, y acariciaste mi rostro con suavidad con la mano libre, enterrando los dedos en mi pelo.

-Soy tan real como la tormenta que hay fuera –contestaste mirándome en profundidad, apretando con fuerza mi mano, que aún agarraba la tuya.

  Asentí con la cabeza sin dejar de mirar aquellos ojos que tanto amaba. Acerqué mi rostro al tuyo, soltándote la mano, y con tu cara entre mis manos, te besé con pasión. Tú me sujetaste por la cintura, atrayéndome más hacia ti, devolviéndome el beso con igual ardor.

  Nos perdimos entre besos debajo de las sábanas, y el sonido de nuestras respiraciones aceleradas se mezclaba con el de las gotas de lluvia que chocaban incansables contra la ventana; y fue justo en ese momento, en el que noté el peso de tu cuerpo sobre el mío cuando lo sentí vibrar en cada parte de mí. Había perdido la cuenta de las veces que había soñado con lo que estaba pasando, pero ninguna de esas veces importaba, porque estabas ahí haciendo mis sueños realidad una y otra vez, y en ninguno de esos sueños era tan feliz como lo fui justo en ese momento, cuando me hacías el amor mientras fuera no dejaba de tronar, y entre la lluvia, los besos y tú, comprendí que no era la realidad de un instante la que superaba el sueño de toda una noche, eras tú quien lo hacía; tú, y solo tú hacías mis sueños reales.


Comentarios

Entradas populares