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 Era como el primer rayo de sol en el día. El olor a lluvia en una tormenta de verano, ese olor puro que se te mete en lo más profundo de tu ser cuando respiras con fuerza. La primera estrella que divisas en el cielo al caer la noche en un cielo despejado. El perfume de las hojas del libro nuevo que acabas de comprar, y la emoción de que, aunque no has leído una palabra, sabes que te va a encantar. Era su forma de intercambiar mis lágrimas atoradas en la garganta por sonrisas cuando me abrazaba. Su forma de mirarme y amarme imperfecta. Y era él y los defectos que formaban su sonrisa, lo que yo amaba por entero.

PARA TI, MI AMOR

   Cuento los días que me faltan

para tenerte entre mis brazos

desde un diez de marzo,

una cuenta atrás

que no sé cuando termina,

la segunda mayor ironía

después de no poder decir que existes

cuando tanto te soñé.

  Me pregunto

si serás mi niña

o, por el contrario,

mi pequeño;

cual será tu nombre

aunque bien sé,

que será de mis preferidos;

si me perderé

en la noche de tus ojos oscuros

o en la infinidad

de su mar

pero, cuan segura estoy

de que tu risa,

alegrará hasta el peor de mis días;

después de todo,

solo dos cosas puedo al cielo pedirle

ahora que tu madre

me ha hecho el mejor regalo de mi vida;

que tengas cosquillas

para hacerte reír,

pero sobre todo

que seas feliz.

  Y a meses de tenerte

cuento los kilómetros que nos separarán,

esos que terminaré por odiar

por alejarme de ti,

durante semanas indefinidas.

  Y aunque sé

que nunca olvidaré

las palabras de tu madre,

anunciando que vivías señalando su vientre

“Hay un bebé aquí”

esas con las que pensé que bromeaba,

carecerán de todo sentido,

cuando te tenga conmigo,

mi niña,

mi pequeño,

mi amor.


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