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OJOS COLOR CAFÉ
—¿Cómo sabes que es real? ¿Como sabes que dices la verdad cuando dices que me quieres?
—¿En serio me lo preguntas? ¿Todavía no te has dado cuenta?
—¿Darme cuenta de qué?
Él suspiró, negando con la cabeza dulcemente, pensando que era increíble que todavía no lo supiera.
—De que eres tú la persona con quien quiero compartir mi futuro, cada día, el resto de mi vida. -contestó mirándola profundamente a los ojos.
-Eres tú la persona que quiero que esté a mi lado cuando mis sueños se hagan realidad y, también cuando las cosas no salgan bien y todo este a punto de desmoronarse; por que cuando me miras, justo como lo haces ahora, todo está bien, todo tiene solución, y nada importa, sólo tú y, esos ojos color café en los que veo mi futuro a la vez que me pierdo en ellos, y de los que me da igual si no regreso. Eres tú la razón por la que me levanto cada mañana para luchar por este sueño a los que muchos llaman sin sentido; por que lo peor de tirar la toalla, sería defraudarte a ti y, no podría vivir tranquilo si me miraras diferente, ni te imaginas cuanto me aterra que me dejes de mirar como lo haces ahora; por que justo ahora, son tus ojos color café, esos que me vuelven loco, los que detienen el tiempo, y hacen desaparecer el mundo entero y, sólo quedamos nosotros. -dijo acariciando su mejilla con los nudillos, y con una dulce sonrisa dibujada en sus labios.
-Te quiero a ti y, sólo a ti, ¿y sabes por qué sé que es real? -ella negó con la cabeza, mientras una lágrima empezaba a caer de forma lenta y silenciosa por la mejilla.
-Lo sé, por que he perdido la cuenta de cuantas chicas, cuantos ojos, han intentado ver mi alma y, ninguna veía más de lo que yo quería que se viera, más allá de esta fachada –dijo señalándose-, pero entonces llegaste tú, con esa manera tan tuya de tener siempre la última palabra, sin importar el que, el cuando, o el por que; y desde la primera vez que te vi, en aquel banco del parque, siento que puedes ver mi alma, que no necesitas ver más allá de esta fachada, por que en realidad, contigo no las hay; fue verte y, que me miraras por primera vez, y se derrumbaron todas las fachadas y barreras que alguna vez pude tener. Sólo tú, con tu inquisitiva mirada y, tu deslumbrante sonrisa, has conseguido derribar todo lo que puse a mi alrededor para que nadie entrara, ni viera más allá; pero tú lo hiciste. Viste mi corazón y mi alma y, aún así te quedaste. Así que, ¿cómo voy a tener duda alguna de que cuando digo que te quiero sea real?
Ella lo único que podía hacer era mirarle embelesada, sintiendo en el alma cada palabra, y el tacto de su mano en su mejilla, con las lágrimas cayendo sin parar.
-Cómo voy a dudar, si a través del café de tus ojos, veo tu pasado, y tus demonios, y saber quien eras, lo que has hecho, y donde has estado, hace que me enamore más de ti y, que me sienta orgulloso de la persona que eres ahora, de donde estás, lo que haces. -dijo secando las lágrimas de su cara.
-Eres mi certeza y, sé que te querré hasta el día que me muera; y de eso, de que te quiero, es de lo único que estoy seguro en este mundo donde se duda de todo, hasta de uno mismo. -añadió encogiéndose de hombros.
-Muy convincente. -dijo ella agarrándole del cuello de la camisa para atraerle hacia si, para decirle con ese beso, todo lo que sentía por él, ese chico que amaba sus demonios más de lo que nunca lo hizo ella.
Él, por su parte, rodeo su cintura con sus brazos, abrazándola fuerte, sintiendo que no pasaría nada mientras la tuviera a su lado, la única chica que derribó cada barrera con una sola mirada y una sonrisa, su chica de ojos color café.
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