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CON CADA GOTA DE LLUVIA
Llevaba horas dando vueltas por la ciudad, pensando en la gran discusión que había tenido aquella mañana, segura de que había sido la mayor de su vida y, lo peor era no poder llegar a comprender como habían pasado de solo hablar a gritarse, a echarse todo en cara, incluso los errores que no cometieron.
Se apoyó en un banco con vistas al precioso río de aquel pequeño pueblo y, cerró los ojos, sintiendo los últimos rayos de sol en su rostro, mientras recordaba todo lo que se habían dicho, intentadoencontrar la manera de arreglar aquel desastre.
“-Así que, ¿ha vuelto? –preguntó él en algún momento de la conversación.
-Eso parece –contestó ella sin darle importancia al hecho de que su novio del instituto hubiera vuelto con claras intenciones de recuperarla.
Pudo leer en su mirada que eso que a ella le daba igual, a él no le gustaba.
-¿No estarás celoso? –preguntó divertida con cierta incredulidad.
-Ha vuelto para recuperarte –contestó mirándola con seriedad.
-¿Y qué más da? No me importan sus razones –contestó devolviéndole la mirada.
-¿Cómo que no te importan? Vuelve con la intención de romper lo que tenemos y recuperarte, ¿y te da igual? Me parece estupendo Erika. ¡Cojonudo! –dijo alzando la voz.
-Pero, ¿a ti que te pasa? ¿No ves que eso me da igual porque solo me importas tú? –preguntó casi al borde de los gritos, sin entender la magnitud de su enfado.
-Entonces, ¿te da igual todo lo que diga para que nos separemos y pueda volver a tenerte para él solo?
-¿Se puede saber cojones dices? –gritó enfadada.
-De que tu querido compañero de mesa va presumiendo de lo bien que lo pasabais juntos y, que cada vez que te mira está deseando repetirlo, ¿y sabes que es lo mejor de todo? –dijo con la mirada llena de furia-. La manera en la que fanfarronea de que tú le miras igual.
-¿Y tú le crees? –preguntó con la ira y el asombro reflejados en su rostro.
No dijo nada, se limitaba a seguir mirándola con los ojos llenos de furia, queriendo creerla con todas sus fuerzas, pero sin poder evitar que las heridas del pasado le nublaran el juicio.
-¡Pero serás gilipollas! Ese idiota te dice cuatro cosas, ¿y le crees antes que a mí?
Nunca la había visto tan enfadada, con la mirada incendiada de la ira que la quemaba por dentro.
Quería decirla que la creía a ella en vez de a él, que la quería hasta morir, y en lo único que podía pensar era en abrazarla con fuerza y no soltarla nunca; solo podía pensar en eso, pero estaba completamente inmovilizado, incapaz de decir una sola de las palabras que luchaban por salir de sus labios; pero no hacía nada, no decía nada, no podía.
-Increíble –dijo ella en un susurro negando lentamente con la cabeza.
-¡Vete a la mierda! –exclamó justo antes de dar un portazo y marcharse.”...
Sabía muy bien en qué momento habían pasado a gritarse más que a hablarse, pero también sabía que la desconfianza de Lucas no había surgido en ese momento, esa desconfianza, fruto de todo el dolor producido en el pasado, había nacido antes siquiera de conocerle y, ambos sabían que solo él podía poner remedio.
No sabía cuánto tiempo llevaba con los ojos cerrados, pero cuando los abrió de nuevo, el sol ya había desaparecido por completo y lo único que se reflejaba en el río, eran las nubes que cubrían el cielo por completo y apenas dejaban ver la luna.
En algún momento sintió vibrar el móvil y, lo miró con el corazón a mil por hora, sabiendo perfectamente quien era.
“Lo siento. Te echo de menos.”
Inspiró en profundidad sin saber que responder, cuando sintió como unas manos rodeaban su cintura con dulzura.
-Te quiero –susurró en su oído.
Deseaba con todas sus fuerzas acurrucarse entre sus brazos y decirle que ella también le quería, pero en ese momento, era ella la que estaba paralizada.
-Soy un gilipollas –dijo poniéndose delante de ella.
-Lo eres.
-Y lamentaré el resto de mi vida haber dudado de ti. Eres mi debilidad, a pesar de que solo a tu lado me siento fuerte y, la única persona a la que quiero más de lo que jamás pensé que se podría querer a alguien.
Le fue mirando a los ojos poco a poco, sintiendo que su corazón estaba a punto de estallar ante esas palabras.
-Siempre he pensado que eres demasiado buena para ser cierta y, eso, a veces me hace olvidar que eres lo más real que he tenido nunca; que no eres como las demás y, que nunca harías lo que hicieron ellas. Así que, por favor, por favor, por favor, perdóname. Prometo que jamás volveré a dudar de ti.
No dejaban de mirarse con ternura, sintiendo el corazón en un puño por culpa de los nervios; ella, incapaz de decir una sola palabra, mientras él se sentía morir ante aquel silencio.
-¿Lo prometes? –preguntó con un nudo en la garganta.
-Lo prometo, mi niña, lo prometo –contestó colocando un mechón de pelo justo detrás de su oreja y, tras sujetar su cabeza con ambas manos, besarla con pasión.
Fue justo en ese momento cuando lo notaron, miraron al cielo estando en los brazos del otro y, en apenas unos segundos más, la lluvia les había empapado por completo.
Lucas, con una sonrisa dibujada en los labios, volvió a sentir que aquel romántico momento, era demasiado bueno para ser cierto y, aún así, nunca había estado tan seguro de la realidad de todo, de ella.
Volvió a besarla con fuerza, sintiendo la lluvia hasta en los huesos, con la absoluta certeza de que ella no era como las demás, como ninguna otra y, con cada gota de lluvia la quería un poco más, sabiendo que podría dar su vida sin que ella le fallara; ella, de verdad, era la mujer de su vida.
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