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 Era como el primer rayo de sol en el día. El olor a lluvia en una tormenta de verano, ese olor puro que se te mete en lo más profundo de tu ser cuando respiras con fuerza. La primera estrella que divisas en el cielo al caer la noche en un cielo despejado. El perfume de las hojas del libro nuevo que acabas de comprar, y la emoción de que, aunque no has leído una palabra, sabes que te va a encantar. Era su forma de intercambiar mis lágrimas atoradas en la garganta por sonrisas cuando me abrazaba. Su forma de mirarme y amarme imperfecta. Y era él y los defectos que formaban su sonrisa, lo que yo amaba por entero.

VIVE, AHORA

 ¿Alguna vez hemos esperado a algún momento especial para decir o hacer algo diferente? ¿Tal vez esperamos a ese día perfecto para estrenar alguna prenda de ropa? Como si hubiera un momento más importante que el que estamos viviendo ahora, como si el hoy, no fuera un día lo suficientemente perfecto.

  Vivimos esperando “ese momento”, ese “algún día” y, en esa espera se nos va la vida, mientras una parte de nosotros, de nuestra mente, no deja de imaginarse un sin fin de posibilidades a una eterna pregunta que nunca tendrá respuesta, “¿Y si hubiera…?”.

  No nos damos cuenta de que lo que tenemos es el presente, el ahora, vivimos esperando, sin dejar atrás el pasado; y cuando nos queremos dar cuenta, los momentos presentes se han terminado, él ahora tiene una fecha de caducidad demasiado cerca y, nos hemos olvidado de vivir, o más bien y, por muy triste que parezca, no hemos aprendido como se hace.

  Nos aferramos con ansia al pasado pidiendo imposibles a la vida; “Ojalá las cosas hubieran sido de otra manera”, y deseamos una y mil cosas para el futuro, esperando por el camino que la vida o el cielo nos las de, diciendo siempre que la vida nos lo debe por los tiempos menos buenos que ya no están; y la vida se nos va pidiéndola cosas, pero no la vivimos, no nos damos cuenta de que no estamos en este mundo para que la vida nos de cosas, y mucho menos cuando nosotros no hacemos por ella lo único que nos pide, y para lo que en realidad si estamos aquí, que es vivir.

  La vida, no es lo que pensamos de ella, nada es lo que pensamos, ni siquiera nosotros somos lo que pensamos; la vida, ese “todo que imaginamos que son las cosas”, solo son una, momentos, muchos momentos, aunque solo uno importe, el presente, el ahora; y nosotros somos lo que hacemos con, y de ese momento, porque cada uno de ellos es único, y pueden llegar a valer millones, si lo vivimos, si no lo dejamos para ese después, que en algunas ocasiones, nunca llega.

  Debemos aceptar que el pasado ya se ha ido, no está, no es nuestro y, nada de lo ocurrido puede cambiarse; el futuro aún no ha llegado y, preocuparse es absurdo cuando no podemos hacer nada con él, lo único que tenemos, lo único que podemos hacer nuestro, es este momento, el ahora.

  Así que, dejemos de vivir en todos esos “hubiera”, en ese pasado que nunca podrá volver, no nos preocupemos por el futuro, pues es incierto, todo puede cambiar y no salir como esperamos; debemos vivir, y hacer nuestro lo único que podemos llegar a tener, lo único seguro que hay en esta vida de cambios, que es el hoy, el ahora, aprovechar cada momento porque puede ser el último en esta vida donde no hay nada permanente, disfrutar de cada cosa que tenemos, y no dar nada por sentado, podemos no tenerlo después.

  Dejemos atrás al pasado, no esperemos al futuro; vivamos, ahora.


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