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 Era como el primer rayo de sol en el día. El olor a lluvia en una tormenta de verano, ese olor puro que se te mete en lo más profundo de tu ser cuando respiras con fuerza. La primera estrella que divisas en el cielo al caer la noche en un cielo despejado. El perfume de las hojas del libro nuevo que acabas de comprar, y la emoción de que, aunque no has leído una palabra, sabes que te va a encantar. Era su forma de intercambiar mis lágrimas atoradas en la garganta por sonrisas cuando me abrazaba. Su forma de mirarme y amarme imperfecta. Y era él y los defectos que formaban su sonrisa, lo que yo amaba por entero.

EL REGALO PERFECTO QUE NO SE PUEDE COMPRAR

  ¿Recuerdas el último “Te quiero” que dijiste sin que fuera automático? ¿Cuándo fue la última vez que lo dijiste de forma espontánea e inesperada o, se lo susurraste al oído a la persona dueña de esas palabras, mientras tal vez la abrazabas por la espalda o, que lo acompañaste con un beso en la mejilla o una profunda mirada?

  ¿Recuerdas la última vez que le dedicaste a esa persona tiempo de calidad, sin tecnología, sin tener la cabeza en otra parte y, sin discutir? Me refiero a tiempo de verdad, en el que habláis durante horas delante de un café o, simplemente disfrutáis de la maravillosa sensación de pasar ese tiempo abrazados, hablando de cosas banales o tal vez en silencio, pero sabiendo que no querrías estar en cualquier otro lugar que no fuera ese, porque el resto del mundo no importa, solo la persona que tienes al otro lado de la mesa, la que tienes entre tus brazos. ¿Recuerdas cuando fue la última vez que hiciste eso?

  Tal vez, por el contrario, recuerdas con mayor facilidad cuando fue la última vez que dijiste “Te quiero” más por que tocaba, que por que tu corazón te pedía que lo hicieras y, hasta puede que recuerdes con absoluta certeza, cuando tiempo invertiste en comprar a esa persona el “regalo perfecto” y cuánto dinero te costó regalar esa cosa material; y, en el camino de pensarlo y encontrarlo, le quitas tiempo a esa persona que para ti es especial, tiempo quitado que nunca se podrá recuperar; y, la vida se va con besos y “Te quiero” automáticos y tal vez no sentidos, con cosas materiales que quitan el tiempo que no se podrá dedicar a lo que de verdad importa.

  Pero la vida no es tan larga como se piensa y, antes de que te des cuenta, esa persona especial, quien sabe si ya no está contigo y, es en ese momento en el que te arrepientes de no haber dicho esos “Te quiero” desde el fondo de tu corazón y, que esos besos no fueran lo único que podían hacer tus labios en ese momento; y todos esos regalos materiales han perdido toda la importancia que en algún momento parecieran tener y, te lamentas de no haber pasado más tiempo con ella, porque eso es lo que nos llevamos a lo que sea que haya después, los besos y “Te quiero” dichos con todo el corazón y, las cosas materiales las dejamos para poder llevarnos cada momento vivido, y cuando esa persona se ha ido, sus cosas pierden parte de su valor y, lo único que queda, es lo que ella se lleva, cada momento que compartisteis juntos.

  Y sin darte cuenta, en el camino de la vida, te vuelves perfecto consumista de la sociedad, cuando lo único que importa, es aquello que ni te venden, ni puedes comprar, que es tiempo y amor.

  Así que, a lo mejor, el próximo regalo perfecto sea todo eso que, aburrido en la rutina de cada día, se deja de hacer, aunque sea lo que más importa, “Te quiero” sentidos, besos alejados de la costumbre y, tiempo que no se podrá recuperar, porque detrás de esos obsequios, estás tú, regalándote a las personas que más quieres y, eso vale más que cualquier cosa material, porque no se puede comprar.

Comentarios

  1. 😮😮😮 me encanta 👏👏👏👏👏
    Y muy apropiado para estas fechas (y en cualquier otra época del año)

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